El escenario
La acción transcurre en la
plaza del pueblo. Hay una estructura grande con escaleras, terrazas
piramidales y, en la cima, una Loba Madre chupada por sus criaturas. La
custodian hombres parduscos de mirada gélida galopando sobre
bestias. Una fuente rodea el monumento. Los borbotones de agua ponen
fuera de foco las estatuas. La combinación de mármol,
cemento y metal enaltece la obra. Varios senderos atraviesan el parque;
las alambradas y rectángulos de césped forman un patchwork.
Frente a la plaza se encuentra el edificio del Municipio. Tiene anchas
escalinatas que dan a una galería imperial con columnas, frisos
y gárgolas amenazantes.
El día es lúgubre: cielo blanco, enceguecedor. Un toque
rojizo realza el verde musgo del monumento. Con el correr de las
escenas, atardece. Hacia el final, todo se vuelve expresión.
Los personajes
La vieja
El Papa
Una comitiva de hombres trajeados
La muchedumbre
Dos hombres sándwich: el primero lleva un círculo con
marcas de proyectiles; el otro tiene muñones colgando
El guarda
El señor del megáfono
La orquesta
Voz en off
Introito
¿Cuál es el comienzo de una historia que no termina? El mismo.
Ahí empieza: con un viejo ritual en el que mujeres y hombres
esperan la réplica de lo sabido desde antes, mucho antes.
Uno
OFF: ¡No! El Papa no leyó la carta, quiso engordar el incendio.
Una mujer trepa al monumento. La
superficie resbaladiza dificulta los intentos de la vieja: sus dedos no
encuentran anclaje. Finalmente, logra subir. Desde arriba,
vocifera:
- ¡Muera de muerte aquel que apague las llamas del show de Dios!
La vieja se zambulle en la fuente que rodea la estatua. El guarda con
un bastón golpea y golpea sobre el mármol.
- ¡Salga de ahí! ¡Está llegando la comitiva!
Su lugar…- con voz cada vez más crispada.
El guarda permanece junto a la fuente.
Por un extremo de la plaza, ingresa la
comitiva. Los hombres visten trajes oscuros y forman filas. A su
paso, una muchedumbre se une a la procesión. Van hacia la
explanada central del parque donde una orquesta interpreta los acordes
de una marcha popular.
(La música es muy alta, luego pasa a segundo plano.)
OFF: Amarillo nácar. La
grieta del tiempo veló las notas musicales. Una melodía
resiste entrelíneas. Todos la saben de memoria.
(Cuando levanta de nuevo la música, se oyen voces tararear.)
La muchedumbre eleva pancartas. Estandartes coloridos ondulan en el aire. Algunos grupos bailan, otros tocan tambores.
(Los tambores desentonan.)
La gente avanza lento con los hombros y
las cabezas inclinadas, arrastra los pies. La custodia los contiene a
distancia de la comitiva.
OFF: Como todas las tardes, la
orquesta da la bienvenida a hombres de trajes oscuros. Siempre los
mismos: trajes sin rostro seguidos por una multitud.
Dos
OFF: El Papa con la carta en la boca mastica palabras.
El cielo: negro de ira.
Los trajeados se paran a unos metros de
la orquesta. Disfrutan del acto: caras impávidas, frente en
alto, ninguna mueca.
Los músicos siguen tocando, repiten la melodía hasta vaciarla de sentido.
La custodia mantiene en stand-by al gentío. Entre la muchedumbre y la comitiva, dos hombres
sándwich se imponen: el primero lleva en el pecho un
círculo con marca de proyectiles, al segundo le cuelgan
muñones. Colocan dos pizarras mágicas que exhiben letras,
tachaduras, espacios en blanco. La muchedumbre se alborota, rumorea,
levanta la vista.
(La
música se funde con el
sonido
ambiente.)
OFF: La ceremonia consiste en
restar nombres de una lista. No hay nuevos favoritos. Han hecho todo
para que dejen de existir. Pronto estará prohibido más.
La vieja, parada en el medio de la fuente, con los ojos fuera de órbita, observa.
- Muera de muerte aquel que apague las llamas del show de Dios.
El guarda: - Shhhh. Respete a la comitiva.
La custodia procede. Se acercan a la vieja. Están a punto de agarrarla cuando se tira nuevamente al agua.
Los hombres de traje, al unísono, elevan sus rostros y exclaman: - ¡Dios mío!
- ¡Dios mío!
- ¡Cuidado, no la dejen escapar!
Luego, giran hacia las pizarras.
El hombre de los muñones hostiga, se balancea, empuja, atormenta.
- ¡La cacería va a comenzar! ¡La cacería va a comenzar!
El hombre del círculo escribe y
borra al mismo tiempo, llena el espacio, lo limpia empecinadamente para
no dejar huella. Se detiene un segundo: brazos al costado del cuerpo y
los puños prietos sosteniendo los instrumentos para escribir.
Luego, hace un giro de ciento ochenta grados hasta dar de frente con la
multitud.
Megáfono: - Alcen las piedras.
Más alto, por encima de las cabezas. Dejen libre el camino al
Municipio. El blanco, al centro. Disparen.
Los proyectiles derrumban al hombre sándwich, cae. Los instrumentos para escribir ruedan por el piso.
(Se oyen detonaciones, disparos.)
Los trajeados ovacionan: - Bravo.
- Continuemos con la ceremonia, por favor
- Esto arde.
OFF: Hay necesidad de favoritos. ¿Quién no lo sabe? Vuelva el ojo a la traición: ¡adelante!
Tres
OFF: ¡Perdón!
¡Perdón! Dejarse arrastrar hasta lamer. El hocico en la
suela: lengua de trapo. Mordida.
Un paño oscuro cubre la
escalinata del Municipio. Los costados, desprolijos: actividad humana
gusanea bajo la tela. Brilla un único diente en cada boca.
El claroscuro predomina. Bajo las
columnas del Municipio, la comitiva sonriente se alinea con las manos
entrelazadas a la altura del vientre. El Papa, subido a una tarima,
mueve la cabeza. Panea la situación.
(Suena Die Explosion Im Festspielhaus de Einstürzende Neubauten.)
El megáfono anuncia: - ¡El favorito es el Papa!
Seguro de sí, el pontífice saluda, sacude los brazos extendidos hacia arriba.
Sólo se visualizan sus
túnicas: los pliegues serpentean, las sombras proyectadas hacen
variar el blanco de la tela.
OFF: El Papa es un fantasma de almidón.
La muchedumbre aplaude. En cenital, son
sólo una masa compacta de puntos oscuros. Ruegan: - Sin pecado
ni crueldad…
De pronto, la vieja corre por las escaleras hacia los trajeados. Sus ropas chorrean agua.
- La carta se acerca a su destino.
Megáfono: - Pase.
Traen dos sillas. El Papa intenta
sentarse cuando la vieja se lo impide. El anciano, al piso. Se
yergue. Levanta sus faldas. Se ven sus largas piernas blancas
asomar entre los pollerones. El pontífice masculla furioso:
-¡Déjese montar!
Una pierna por encima de la vieja en cuatro patas. El Papa la cabalga como si fuera un animal.
El gentío queda unos instantes boquiabierto, luego rezan.
(Se oye el credo por lo bajo.)
Megáfono: - Conservad la fe.
Montado sobre la vieja, el Sacro le
pega en las nalgas. Abre y cierra las fosas nasales como un
búfalo, muestra los caninos. El Papa aúlla y luego clama:
- ¡Muera de muerte aquel que apague las llamas del show de Dios!
OFF: ¿Cuándo empezaste a no saber quién eras, Adán? |